El hombre de hoy es un ser en red: gracias a internet y a los smartphones estamos continuamente interconectados. Nos enteramos de todo casi en el mismo instante en el que sucede. Es evidente que esto es algo bueno, porque nos ayuda a empatizar con nuestros semejantes, estén cerca o lejos.
Pero hoy en día existe un enorme miedo a la desconexión, a quedarnos atrás. Muchas veces somos conscientes de nuestro enganche a las redes, pero continuamos en ellas por miedo a que nos rechacen, a que nos dejen de lado, a que el no estar actualizados nos deje al margen y en la cuneta.
El video que acompaña este artículo nos lo muestra con claridad y humor: las grandes corporaciones digitales tienen terror a que abandonemos sus servicios y harán uso de todos sus recursos para que permanezcamos enganchados y ofreciéndoles nuestra información personal de manera gratuita. Ellos conocen el funcionamiento de nuestros cerebros y son capaces de poner en marcha nuestros neurotransmisores con los likes y visualizaciones, convirtiendo a las redes en auténticas drogas que nos enganchan y nos desconectan de la realidad.
Ambos miedos, el de las corporaciones y el de las personas, pueden hacer que las redes, que se concibieron para unirnos y para acercarnos, terminen alejándonos de nuestra auténtica realidad. Por eso, aprendamos a apagar el móvil, a desconectarnos del mundo digital, para poder disfrutar del ahora con los amigos. Sorprende ver cuántas personas prefieren grabar un momento antes que vivir en plenitud ese momento. Los filósofos antiguos decían: primero vivir y después filosofar. Digamos nosotros: primero vivir, y después conectarnos.