Llegó el momento que tenía que llegar: la retirada de Rafa Nadal, justo días después del anuncio de Andrés Iniesta. Una noticia que, sin grandes dramas, nos recuerda el paso del tiempo, pero también el agradecimiento por otra leyenda del deporte español, y del tenis mundial. El mismo que ha logrado emocionar a familias enteras, y que ha demostrado a los más jóvenes que la humildad, el esfuerzo y el sacrificio siguen teniendo un sentido en este siglo XXI. En su haber hay 22 Grand Slams, 2 oros olímpicos, un premio Príncipe de Asturias, 5 Copas Davis entre otros tantas competiciones y, por supuesto, un rincón en el corazón de aficionados y de no aficionados. Pero su ejemplo no es baladí.

Ambos deportistas nos han mostrado qué es la excelencia en el sentido original de la palabra. Y es que no solo se trata de ganar -en todas sus formas- ni de batir todos los récords. Tampoco en la capacidad de luchar contra la adversidad o en un estilo de juego particular. La excelencia engloba a toda la persona, intentado ser el mejor -no ser mejor con respecto a otros- en todas las dimensiones de la realidad, y donde tu modo de ser concuerda con tu modo de jugar, de entrenar y de hablar. Es la elocuencia perfecta: hablar con la vida.

Al fin y al cabo, la excelencia tiene que ver con el carácter y con una visión integral de la vida mucho más que con unos resultados. Dar el más en todo tiempo y en toda circunstancia, y pensar y trabajar de esta forma siempre para los demás, como inspiraban los héroes clásicos, convirtiéndose así en un referente moral para la mayoría. Y esto no lo hace cualquiera. Aspirar a la bondad máxima en todo, y no solo destacar en una parte, como muchas personas piensan o como nuestro mundo fragmentado nos hace pensar. Y esta es quizás la diferencia entre un gran jugador y una leyenda.

Hace unas semanas me preguntaron en Mallorca si Nadal también era admirado en la península. A mí me salió responder entre risas, con ciertas dosis de exageración, que la pregunta era otra, más bien cuánta gente le votaría si hiciera la locura de presentarse a presidente del gobierno. Ojalá siga habiendo deportistas como Rafa y como Iniesta, sabiendo que nuestro tiempo no necesita solo grandes jugadores y buenas personas, precisa referentes que muestren que se puede destacar en una disciplina y saber transparentar a su vez integridad, humildad y sensatez, dentro y fuera de las pistas.

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