Hace poco ya publicamos en pastoralsj una reseña sobre Patria, la novela que está ocupando los primeros puestos en las listas de libros más vendidos últimamente. Sin embargo, Patria no es una novela comercial, ni ha sido un éxito publicitario, fruto de un cuidado marketing. Su éxito ha venido por la mejor vía posible, que todos los publicistas anhelan, pero que, a la vez, escapa misteriosamente a las leyes de la publicidad: la recomendación de un lector a otro, el boca a boca.
Si eres un lector voraz ya sabes que ese es el mejor método para encontrar una buena lectura. Ahora que se ha celebrado la feria de libro de Madrid, sabes que la longitud de la cola de lectores frente a un escritor no es tan fundamental para decidir cuál va a ser tu siguiente lectura como ese libro, ese autor que te recomendó tu amigo, tu compañera de trabajo, o tu padre. Ese ha sido el éxito de Patria.
A veces pensamos que la publicidad domina nuestra vida. Que, si compramos lo que compramos, y usamos determinadas marcas es porque nos bombardean constantemente con ellas. Y, sin embargo, seguimos prefiriendo esa canción que te pasan por Spotify, la serie que no tiene mucho presupuesto, pero está enganchando a muchos en Netflix… o ese libro que ves que se lee mucho en el Metro. En definitiva, decidimos fiarnos de alguien próximo. Y a su vez puede que nosotros mismos recomendemos a otros lo que nos ha gustado, lo que creemos que puede interesarle. En ese diálogo es donde podemos crear cultura. Sin necesidad de ser grandes pintores, escritores o músicos, nosotros mismos vamos dando forma a nuestra cultura, potenciando aquello que nos conduce hacia la reflexión y lo profundo, para que crezca y se asiente, y limitándonos a consumir, a gastar, aquello que nos entretiene, pero no nos sirve para mucho más.