Lo que van haciendo los autores en estas páginas es denunciar a la “contracultura”, entendiendo como tal la forma de organizarse de muchos movimientos antiglobalización, ecologistas, feministas a lo largo de la segunda mitad del XX. Critican de dichos movimientos el que, mientras se expresan como movimientos de “protesta” frente a un sistema injusto, en realidad se quedan en ruido controlado por el mismo sistema. Diseccionan con cierta mala uva algunos slogans y apuestas de esta contracultura que, mientras protesta, puede no ser más que rebeldía entretenida.
“Esta tendencia a rechazar soluciones institucionales para los problemas sociales nos lleva directamente al pecado capital de la contracultura. Siempre rechazan las soluciones sencillas para problemas sociales concretos, abogando por alternativas “profundas” o “radicales” que jamás se podrían aplicar eficazmente”.