Desde hace días se vuelve a hablar del aborto, o de cualquiera de sus curiosos eufemismos, a propósito de una posible decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Y vuelve recurrentemente, porque quizás es uno de los puntos calientes en los que no solo chocan las ideologías, sino que se ven las propias y múltiples contradicciones de nuestro tiempo. Y mientras muchos aprovechan para sacar su bandera –de un lado y del otro– nos olvidamos de las víctimas: las madres, los sanitarios, las no madres y los no nacidos. Y eso sí que es un drama.
Resulta curioso que la delgada línea está entre lo que decide la mayoría o los jueces: legal o ilegal, no si un acto es bueno o malo en sí mismo. Más bien soslayamos otras preguntas más importantes, si la libertad puede estar en contra de la vida, o no. Es decir, ¿qué vale más: la vida de un no nacido o la posibilidad de decisión de una madre? ¿No hay cierta incoherencia en horrorizarnos por el desprecio a la vida por las guerras y la crisis ecológica y nos olvidamos de las futuras personas de una sociedad? ¿No hay algo que chirría cuando la libertad afecta al que no se puede quejar? ¿No es injusto reducir las personas a un cuerpo, no somos algo más? ¿No tiene la pareja algo que decir? ¿No resulta curioso que hacemos todo lo posible por salvar la vida de un feto en unos casos y en otros los despreciamos de forma fría y aséptica? ¿No nos lleva esto a volvernos un poco más egoístas como sociedad? ¿No puede ser la adopción una buena posibilidad? ¿No deben los estados proteger a los más débiles? ¿No son los madres solteras un ejemplo de heroicidad que muchos se empeñan en tapar? Y como esta, muchas más preguntas que la sociedad se niega a responder…
Y quizás frente a la postura ultraliberal que se nos ha colado en nuestro pensamiento, donde cada uno tiene puede elegir absolutamente todo –por encima de una vida humana– y donde se puede adquirir «derechos» como si fueran servicios de Uber, Amazon o Google –insisto, por encima de vidas humanas–, lo verdaderamente solidario y fraternal no es un derecho a elegir, sino apoyar a las mujeres que se enfrentan a embarazos no deseados a salir adelante. La victoria no es que sea legal o ilegal, la victoria de todos es que no se sientan abandonadas por un sistema que opta por la fácil y puedan sentir el respaldo y el apoyo real de su familia y del conjunto de la sociedad, y de paso que no tengan que dar explicaciones por seguir apostando por la vida que crece en su interior. Eso es el progreso y eso es la libertad. Es la vida como valor y el valor de dar vida.