En nuestros intentos por amar, 
a veces terminamos por dañar. 
Quizá no por alevosía, 
ni por traición, ni por deslealtad;
casi siempre, más bien, por fragilidad. 
 
El amor a veces duele, 
porque no nacemos sabiendo amar.
Se trata de un arte difícil 
que hay que en todo tiempo practicar, 
con firme, valiente y determinada voluntad:
Aprender, ensayar, intentar y procurar…
una vez y otra vez sin descansar. 
 
Cuando el amor duele 
es porque una herida causó sin pensar; 
Es el momento entonces de perdonar. 
Pero, ¿qué cosa es el perdón?
Perdonar no me parece que sea olvidar,
sino, más bien, con cierta paz recordar.
Conocer nuestros límites 
y el de los demás;
Perdonar es comunicar. 
 
Perdonar también es compasión,
y es, sobre todo, comprender:
que nuestro corazón es de carne,
que nuestra voluntad es de cristal, 
que nuestro ego es una filosa roca
y que nuestra memoria es fatal: 
Aguda para recordar lo malo 
y muy diligente para lo bueno olvidar. 
 
Sí, perdonar es comprender
que nuestro corazón puede fallar. 
Que nuestro amor es imperfecto 
pero que quiere intentar, 
que nuestra sensibilidad está herida
pero que no quiere dejar de abrazar. 
Sonreír con dulzura 
y con paciencia saber esperar. 
Aprender con mucho esfuerzo 
que el amar es intentar
e ir más allá de la ofensa:
para perdonar y reconciliar.

 

 

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