- A Scorsese siempre hay que seguirlo y esperarlo. Aquí se recrea en contar una historia con un metraje que a priori puede parecer excesivo (216 minutos) pero en el que no sobra nada para plantear un relato con todo detalle. Se permite el lujo de decir, literalmente, la última palabra de la película.
- El trío de protagonistas. Robert de Niro, actor fetiche de Scorsese desde Taxi driver, está más contenido que nunca, sin sobreactuar como tantas veces. Leonardo DiCaprio encaja a la perfección en el botarate presuntuoso que se deja llevar por su tío Bill. Y la protagonista femenina Lily Gladstone borda uno de esos papeles por los que todas las actrices suspiran.
- Es una película multigénero: a ratos parece un western vuelto del revés, a ratos es un thriller en busca del asesino y termina como un drama judicial. Todo eso cabe en un metraje tan largo, pero nada rechina.
- La historia está contada con una pulcritud incluso exagerada, sin querer repartir papeles de buenos y malos desde el primer momento, sino dejando que el espectador vaya sacando sus conclusiones.
Sinopsis
Una serie de asesinatos en la década de los años 20 en la reserva india de los osage en Oklahoma va concentrando la posesión de la tierra y los derechos de explotación del petróleo bajo ella en cada vez menos manos sin que las autoridades hagan nada por esclarecer los crímenes. La actuación del propio Edgar J. Hoover desde Washington DC como director del FBI en una de sus primeras intervenciones, acabará por sacar a la luz lo que los asesinatos escondían.
¿Por qué ver "Los asesinos de la luna"?
Para pensar
- Scorsese vuelve otra vez, como hacía en El irlandés a plantear el problema de la culpa y la redención. En este caso, colectiva por el trato de los Estados Unidos a su población nativa; pero también individual, con el protagonista Ernest Burkhart debatiéndose entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal.
- La cuestión racial –ese pecado original de la nación estadounidense– está presente, pero sin subrayados. No es exactamente racismo segregacionista cuanto una actitud de permanente superioridad hacia los indios, inmensamente ricos con el petróleo bajo sus tierras. El pueblo osage ha agradecido la visión del director, tan alejada de estereotipos fabricados por Hollywood en otras épocas.
- La codicia como motor de la depravación moral: la ambición del dinero lleva a Bill Hale, tenido por un prohombre en la comunidad, a concebir que el asesinato es un medio para conseguir sus planes de engrosar el legado familiar desposeyendo a sus verdaderos dueños, la tribu de los osage.
- El fondo del alma humana. Hay una escena en la que el personaje encarnado por DiCaprio le replica a su mujer que ha confesado su culpa y ha dejado su alma limpia. Pero es incapaz de afrontar que él intentó asesinarla y ella se da media vuelta porque intuye que ya no tiene nada más que escuchar.