- A Scorsese siempre hay que seguirlo y esperarlo. Aquí se recrea en contar una historia con un metraje que a priori puede parecer excesivo (216 minutos) pero en el que no sobra nada para plantear un relato con todo detalle. Se permite el lujo de decir, literalmente, la última palabra de la película.
- El trío de protagonistas. Robert de Niro, actor fetiche de Scorsese desde Taxi driver, está más contenido que nunca, sin sobreactuar como tantas veces. Leonardo DiCaprio encaja a la perfección en el botarate presuntuoso que se deja llevar por su tío Bill. Y la protagonista femenina Lily Gladstone borda uno de esos papeles por los que todas las actrices suspiran.
- Es una película multigénero: a ratos parece un western vuelto del revés, a ratos es un thriller en busca del asesino y termina como un drama judicial. Todo eso cabe en un metraje tan largo, pero nada rechina.
- La historia está contada con una pulcritud incluso exagerada, sin querer repartir papeles de buenos y malos desde el primer momento, sino dejando que el espectador vaya sacando sus conclusiones.
