- El duelo interpretativo entre Sean Patrick Flanery (el preso Edward) y Jordan Belfi (el doctor Martin) se decanta abrumadoramente en favor del primero, sin que su antagonista sea capaz de robarle ni un solo plano.
- Funciona como un potente alegato contra la pena de muerte, vigente todavía en veintisiete estados de EE. UU.
- Habla de realidades sobrenaturales sobre las que habitualmente no versa el cine comercial. No hay distorsiones graves del mensaje doctrinal aunque algunas tintas están más cargadas hacia un maniqueísmo de nuevo cuño que hacia la acción de la gracia y la misericordia divinas.
- Pone al espectador frente a la acción demoníaca cotidiana en lo que el Catecismo define como estructuras de pecado llamándolas por su nombre: eutanasia, aborto, esclavitud laboral…
- Lo más logrado de la cinta es el combate dialéctico entre el poseso y el psiquiatra ateo, pero va perdiendo altura conforme avanza para caer en un desenlace tipo deus ex machina más bien previsible. En ese sentido, la película avanza de más a menos: la escena final es decepcionante.
