Porque mira la violencia a la cara. El mundo de Logan es violento, descarnado, brutal. La película gira en torno a cómo estos personajes lidian con la violencia: son cómplices de ella, sufren por ella, se resisten a ella. La película no edulcora nada y el resultado ayuda a la reflexión.
Porque es una gran despedida; la mejor posible para estos personajes que hemos aprendido a querer a lo largo de toda la saga de X-Men. Gracias a esta película podemos abrazar la pérdida y experimentar el duelo de una manera sentida y densa.
Porque nos habla de paternidad. Como otras pelis duras (Valor de Ley (Coen, 2010) o Capitanes Intrépidos (Flemming, 1937)), Logan nos habla de vinculación intergeneracional, pero nada edulcorada. Violencia, ¿recuerdas? Pero también entrega, padecimiento esforzado, amor, donación y sacrificio.
Porque es un western. Todo el mundo habla del tono crepuscular, y es que está magistralmente logrado; héroes desgastados y doloridos, que se chocan y se rebelan contra el fatalismo (¿os acordáis de Sin Perdón (Eastwood, 1992)?)