Incienso, música cofrade, imágenes de cristos con la cruz a cuesta, crucificados, vírgenes dolorosas, miles de hermanos con sus túnicas recién planchadas, decenas de miles de personas en las calles, todos pendientes de que no llueva, esperando pacientemente que pase cada hermandad. En tantos lugares la Semana Santa significa procesiones, devoción popular, rezar en la calle.
Habiéndome criado en Sevilla echo de menos no estar allí cada año para poder contemplar los misterios de la pasión en sus calles perfumadas de azahar. Son estampas que se graban a fuego cuando uno es niño. Aunque reconozco que también he sido crítico con muchas cosas del mundo cofrade.
Cuando me preguntan por estas tradiciones personas de otros lugares reconozco que me cuesta explicarlas: porque es fe y cultura, es antiguo y nuevo, es folclore y espiritualidad, es para los creyentes y los no creyentes, es estética e interioridad, es “postureo” y pura autenticidad. Como dice mi compañero David son de esas cosas que “hay que vivirlas”.