No sé exactamente con que frecuencia habré escuchado esta frase, pero últimamente la he escuchado mucho. Desde hace años soy delegado de pastoral juvenil en mi diócesis y creo que escuchar frases como esta va en la nómina.
Decir que los jóvenes son el futuro es pensar en ellos como no maduros para el presente, como incapaces de asumir las responsabilidades del momento actual. En un futuro si, pero por ahora no.
En su carta Christus Vivit, el Papa, dedica un capítulo entero a los jóvenes, diciendo que son el ahora de Dios. Y que su protagonismo se debe desarrollar en el presente: hoy.
Creer que son el presente traería consigo muchos cambios en nuestros planteamientos pastorales. Pues no son solo destinatarios, sino también protagonistas. El motor de la renovación pastoral.
Os he de confesar que en estos años me he «convertido», he descubierto que los jóvenes tienen la capacidad de hacer las cosas mejor que yo. Evangelizan a sus iguales mejor que yo, preparan cenas de primer anuncio con compañeros universitarios mejor que yo, motivan las actividades mejor que yo…
Mi misión como adulto es acompañarlos, equiparlos, darles protagonismo y no dejarles solos.
Juan, el discípulo más joven, fue el único que se mantuvo firme hasta el final. Confiemos en los jóvenes, dejemos que se equivoquen y que acierten, pero confiemos en ellos.
Sueño que en algún momento podamos ver jóvenes dedicados a tiempo completo a la evangelización de otros jóvenes. Tendría un impacto brutal en nuestra Iglesia.