Creo en el Jesús humano
humilde niño de Nazaret,
que entre olor a madera y dulzura filial
supo descubrir el amor del Padre
a la humanidad.
Amor que despertó su vida,
en el amanecer del Reino que llegaba,
al descubrir en cada hombre y mujer
la grandeza del Dios encarnado.
Es mi Cristo de pies morados
De tanto pasar frío;
pero que a la vez
están rojos de la pasión andada
por el hombre y sus caminos.
Es Jesús de silencios;
de sintonía con el Padre.
Rostro que hoy se repite,
en todas las gentes del mundo;
pues mi Cristo, es universal.
Rostro que hoy siento y veo
desfigurado como aquel día en la cruz.
Es mi Cristo en el llanto
del niño abandonado.
En los ojos clavados,
del emigrante en el mar.
En la voz femenina que aclama como María,
su Magníficat de Justicia e Igualdad.
O los surcos abiertos del obrero,
esperando su jornal.
Este es mi Jesús.
Eso y más es su identidad;
porque en cinco letras cabe
todo un hombre y mucho más.
Dios silente y escondido,
como plegaria suave al mar;
que te invita a entregarte
a su ritmo;
que te atrapa en libertad.
Que solo espera, a que tomes tu cruz,
para hacerte resucitar.