A veces quiero una vida fácil. Éxito, un camino sin tropiezos, satisfacción, cariño correspondido… ¿y quién no quiere esto? Sólo que las cosas no son tan sencillas, y cada opción, cada compromiso, cada sendero tiene sus cargas. El amor a veces duele, porque no siempre es jovial y dulce. El trabajo se me hace cuesta arriba cuando lo siento árido o sin sentido. ¿Por qué servir, para qué optar por el reino, si no sirve de mucho? Esas batallas cotidianas tienen algo de cruz: acoger la limitación, luchar contra el desánimo, seguir caminando cuando el sendero es empinado y difícil; sonreír más a menudo; tomarme en serio las cosas serias y no absolutizar las pequeñeces. Que cargue con mi cruz, me dices… dame fuerza.