Este mundo nuestro piensa que la fortaleza es ser omnipotente, invulnerable, resistente a cualquier adversidad; no romperse nunca, tener una fachada de perfección, ser resistente a cualquier desastre… Pues bien, la fortaleza del evangelio es otra. Es la fortaleza que se realiza en la debilidad, sin negar las heridas ni las flaquezas, sin ignorar las lágrimas o las dudas. Es una fortaleza que nace de la confianza en un Dios que siempre nos levanta. Esa es la fuerza que te pedimos, Señor….