Tengo días y días, y ocurre que hoy me veo capaz de comerme el mundo, pero mañana es el mundo el que me come…Y entonces me vienen a la cabeza tus discípulos en la barca, como cuando estalló aquella tormenta, y Tú seguías durmiendo. Y ellos estaban seguros, aunque no lo sabían. O pienso en aquel centurión que necesitaba sólo de tus palabras para que su criado quedara sano. Me fío de ti, y miro de otra manera mis problemas, y es que confiar en ti, en tu proyecto, en tu presencia, me abre las puertas a otra forma de afrontar cada jornada.