Querido Dios:
Te escribo porque así resulta más fácil hablarte. Y es que no es tan sencillo. Algunas veces te haces sentir, pero en otras ocasiones callas. A veces me incendias por dentro, pero otras me dejas muy solo. A veces me llenas de canto, pero no siempre… No es fácil quererte bien. No hay forma de darte una caricia, un beso, un abrazo. Y tú tampoco nos lo das… o si lo haces es de forma tan sutil que siempre queda un resquicio para la ausencia. Escribirte ahora, hablarle a un “tú” difícil, es otra forma de encontrarnos…