Es el juego de matices en un extraño amanecer. Es la sensación de velocidad, y del que echa el cuerpo hacia adelante, siempre en continuo movimiento. Son las manos que se cubren, entre el frío de la aurora y la incertidumbre de un futuro nuevo. Es el brillo propio de la esperanza que viene De Dios. Es la angustia del que no entiende nada, o en fondo ya lo entiende todo.

Quizás es uno de los cuadros que mejor relatan qué ocurrió aquella mañana de domingo, y que fue capaz de dar sentido a la la historia de la humanidad.

Año

1898

Autor

Eugene Burnand

Localización

Museo D´Orsay

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