Surge cuando el autor contempla la escena de unos niños jugando al fútbol desde el balcón de su casa, un sencillo destello de Dios en medio de lo cotidiano. Así comienza la historia de la imagen más representativa de la Transición española. Un momento de mirar más al futuro que al pasado, de trascender las diferencias en aras de llegar a la comunión, donde la «concordia fue posible».
Se trata de un cuadro que habla de la Historia, de un imposible que sí consiguió, y de una frontera que debemos cruzar cada uno de nosotros, y que nos arroja a la inmensa alegría de una fraternidad que transparenta el Reino de Dios.
Tan simple y a la vez tan complicado.