Esta obra es recordada por ser un icono de la cultura británica, pero también por ser «sacrificada» con una trituradora en una prestigiosa casa de subastas.
Más allá de las estridencias del arte -y de su negocio-, hay una certeza existencial. La pérdida del amor en la niñez. De cómo los adultos acaban perdiendo sus sueños y sus ideales más nobles, quizás en su anhelo de dinero, de éxito o de placer. De cómo nos deshumanizamos y caemos en manos de un materialismo que nos merma la dignidad
Per siempre hay tiempo para mirar el cielo y pedir aquello que hemos perdido. Porque siempre, siempre, siempre hay esperanza.