Un grupo que camina. Eso es lo que vemos. Un varón joven vestido con ropas de otra época y cuatro mujeres detrás, compungidas y llorosas. ¿Dónde están?, ¿a dónde van?, ¿qué persiguen? Se trata de una descomunal elipsis. Hay algo que se nos oculta, hacia dónde se dirige el grupo, qué lo atrae con una fuerza que añade dramatismo al que ya expresan sus rostros. No lo vemos, pero lo intuimos. El dedo índice de Juan lo está señalando: por allí está. Cuántas veces, como en este lienzo, la cruz se nos oculta pero nos atrae poderosamente hacia ella. En medio de la oscuridad, los personajes del cuadro avanzan deprisa. No miran al suelo, sino levantan la cabeza y suspiran. Suspira Magdalena, contienen la expresión las dos marías, llora la Virgen. Pero no hay desesperación alguna. Lo que importa ahora es llegar al Calvario. Llegar hasta la cruz. Aprisa.