«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena» (Jn 19,25)

Esa cruz en la que está clavado el Justo que lo da todo. Esa cruz en la que el liberador va a desclavar a todas las víctimas inocentes. Esa cruz de fidelidad y compromiso, de promesa y cumplimiento, de un amor incondicional y eterno que se derrama sobre cada ser humano.Cada quién la contemplamos desde nuestras propias inquietudes. Y te descubrimos como modelo o como alivio, y sentimos que nos marcas un camino vital, o que nos miras con misericordia infinita. Te miramos, y de nuestros labios brota una plegaria de perdón, una acción de gracias inaudible, un grito de aliento, una sacudida de dolor o el silencio perplejo de quien se ve desbordado.

  • Miro en silencio al Señor en cruz, ¿qué veo?

TARDE DE VIERNES SANTO

Tu vida se veía destruida,
pero tú alcanzabas la plenitud.
Aparecías clavado como un esclavo,
Pero llegabas a toda la libertad.
Habías sido reducido al silencio,
pero eras la palabra 
más grande del amor.

La muerte exhibía su victoria,
pero la derrotabas para todos.
El reino parecía desangrarse contigo,
pero lo edificabas 
con entrega absoluta.
Creían los jefes 
que te habían quitado todo,
pero tú te entregabas 
para la vida de todos.

Morías como un 
abandonado por el Padre,
pero él te acogía 
en un abrazo sin distancias.
Desaparecías 
para siempre en el sepulcro,
pero estrenabas 
una presencia universal.

¿No es sólo apariencia de fracaso
la muerte del que se entrega a tu designio?

¿No somos más radicalmente libres,
cuando nos abandonamos en tu proyecto?

¿No está más cerca nuestra plenitud,
cuando vamos siendo despojados en tu misterio?

¿No es la alegría tu última palabra,
en medio de las cruces de los justos?

Benjamín González Buelta

 

<<Lavarse las manos         Gestos de Pasión>>

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