Es muy difícil permanecer impávido ante el grupo escultórico del Descendimiento que tallara José Alegre a mediados del siglo XIX en Zaragoza. Su complicada, pero dinámica composición, basada en el cuadro homónimo de Rubens, nos traslada fácilmente a la escena, como si uno pudiera hallarse allí presente entre los numerosos personajes.
Al prestar un poco más de atención, reparamos en el estado de alerta de todas las figuras. Estamos ante una pausa dramática perfecta, una pausa que desprende acción. De hecho, si le diésemos al play sabríamos perfectamente cómo continuaría la acción. El cuerpo de Jesús llegaría desde José de Arimatea, a los brazos de Juan, y de allí a una Madre llena de lágrimas en el rostro.
La pregunta que os lanzo es ¿de qué manera podrías explicar a alguien que no conoce las Escrituras que están bajando al Señor? La respuesta podría darse a través de la sábana, un elemento diferente a todos los que hemos visto durante la Pasión. La sábana blanca ya no es un símbolo de martirio, sino de respeto y cariño. Jesús es crucificado como un reo, pero enterrado como un judío: envuelto en lienzos y cubierto de perfumes. Sólo el respeto por una persona amada hace que cuidemos tanto una tarea. Nos demuestra que cuando ponemos amor, cariño o respeto en una acción, ésta se representa más brillante y efectiva.
Contemplar el Descendimiento de Cristo es contemplar la misericordia, ese atributo divino que nada tiene que ver con sentir pena por el otro, sino el impulso por ayudar al que sufre, en definitiva, de poner el corazón en el necesitado. Qué nervioso pone a uno ver a esos personajes casi perder el equilibrio ¿sería yo capaz de subir a esa Cruz con un pie en el aire? Arriesgando mi prestigio, sin huir, sin renegar, siendo valiente.
En nuestra vida también somos ayudantes sin nombre, al tratar de bajar de la Cruz ese Cuerpo, todos somos necesarios, pero nadie imprescindible, como un cofrade que con hábito y paso lento, se hace anónimo en el largo camino. ¿Seguimos descendiendo de sus cruces a los que lo necesitan hoy?
Rafael Blanca y Claudia Pellegero