Un 4’9 sigue siendo un suspenso, salvo magnanimidad de tu profesor. Y circular a 101 km/h donde está señalizado a 100, es una infracción, aunque el radar salte cuando te has pasado un poco más. ¿Cuál es la diferencia entre un 4’9 y un 5? ¿O entre circular a 100 km/h o a 101? Es pequeña, casi ni se nota, pero existe.

Algo así debió pensar el atleta Óscar Husillos cuando le descalificaron tras haber ganado la prueba de los 400 metros, por haber pisado la línea de su calle, a pesar de haber roto el récord de Europa desde 1988 y haber conseguido la sexta mejor marca mundial de todos los tiempos. No iba dopado, no golpeó a ningún compañero, ni sobornó a los jueces. Tampoco hizo ninguna trampa. Simplemente contravino un artículo del reglamento de atletismo que prohíbe pisar las líneas blancas que separan las calles por donde van los corredores. Algo que fue imperceptible hasta después, cuando ya estaba celebrando su victoria y le comunicaron su descalificación.

Y quizás pienses que es una tontería. Que no hay que ser tan estrictos con las normas. Había alcanzado por sí solo una marca inalcanzable desde hace 30 años, mucho esfuerzo, muchas horas e inquietudes, que se van al traste por un artículo de un reglamento y una pisada fuera de lugar, que no influía sensiblemente en el resultado. Y Óscar Husillos, nuestro atleta, se lo tomó bien, con elegancia. Consciente de que cuáles eran las normas y de que debía cumplirlas todas.

Muchas veces nos pasa eso. Lo hacemos casi todo bien, cumpliendo y esforzándonos, aunque vayamos bordeando el límite. Sin cometer grandes errores, sólo pequeños fallos. Y, sin embargo, no es suficiente. Quizás hayas escuchado alguna vez la frase de nuestro compañero Marc Vilarassau sj: «La diferencia entre darlo todo y casi todo es infinita». No vale con ignorar nuestros pequeños errores, negarlos o restarles importancia. A la larga, eso te llevará a disculpar errores cada vez mayores.

Cuando descubras ese pequeño fallo, ese límite que has cruzado tímidamente, ese diminuto error que no se nota, no te apures. Reconócelo, asúmelo y sigue adelante con ganas de superarte. Sabiendo que lo importante no es no fallar, si no reconocer el fallo a tiempo de poder evitar el siguiente.

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