Probablemente cuando pensamos en la muerte es fácil que nos venga a la cabeza la idea de “si tuviera aún algo más de tiempo podría haber estado, podría haber hecho con…, podría haber hablado con…” y se nos viene al corazón el tiempo que no hemos aprovechado con las personas que se nos marchan con un cierto sentimiento de culpa. Y el consejo que viene detrás: aprovecha los momentos con la gente que Dios ha puesto en tu camino. Aprovecha ahora, no sea que más adelante (damos muchas veces por sentado que siempre hay tiempo), cuando quieras, sea tarde. Tarde para decir lo que muchas veces el corazón guarda y no se atreve.

Es algo incómodo esto de la muerte… como que si no la nombramos, no la pensamos, no va a llegar nunca, no va a rozar nuestras vidas. Y sin embargo, es una de nuestras certezas: gracias a Dios, la eternidad no tiene que ver con cumplir más años, sino con dejar huella. Y de eso se trata: de aprender de los que nos preceden, de cómo es la huella que dejan en nuestras vidas, de agradecer los momentos vividos y todo lo que hemos compartido y aprendido con la persona a la que en un momento dado tenemos o hemos tenido que despedir. Con dolor, porque una cosa no quita la otra.

Podría deciros que ya no miro a la muerte con otros ojos que no sean de agradecimiento. Lo aprendí hace ahora unos 16 años. Cierto es que hay despedidas que duelen más que otras (porque no toca, porque es muy de repente, porque no lo entiendo, porque…) pero puedo deciros que la última lección que me enseñó mi padre fue esta: agradecer lo vivido, lo compartido. Y seguramente esto es lo que da más sentido, lo que ayuda a colocar que, si somos cristianos, por detrás del dolor queda un poso de tranquilidad por saber a la persona a la que quieres en las mejores manos: en las manos de Dios padre-madre.

Que el dolor no nos quite la esperanza…

 

Morir es preparar la última fiesta
Recordamos a tantos que partieron.
Y al saber que a tu abrazo se encaminan
No nos queda otro canto que el silencio
Quizás su ausencia de ahora nos invade
Brillan los ojos al evocar sus gestos
Bailan la gratitud y la nostalgia
Por todo lo que alguna vez nos dieron

Lloramos porque así añora quien ama
Porque duele la muerte ese misterio
Que nos abre la senda de otra vida
Mientras cierra este ciclo que es el tiempo
Es nuestra finitud una promesa
Y es también un combate con el duelo
Extraño este horizonte de esperanza
Cuando el adiós envuelve un nos veremos

Su marcha nos despierta algunas dudas
Nos enfrenta al final como un espejo
Pues todos cruzaremos esa puerta
Y al pasar ese umbral descubriremos
Que ya tú nos estabas esperando
Que la vida era el pórtico del cielo
Cantaremos de nuevo y para siempre
Con quienes hoy nos dejan su recuerdo

Por Emilia

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