Esta semana ha surgido la alarma en el Reino Unido por un gran repunte en el número de suicidios entre los adolescentes británicos. En concreto, el doble en tan solo ocho años. Si bien los medios de comunicación son discretos y cuidadosos por seguridad pública, estos datos exigen una reflexión madura y seria para el conjunto de la sociedad. Más allá del brexit, debemos mirar de reojo la realidad de nuestros vecinos y pensar como cultura europea.

Cada suicidio es un drama en sí mismo. Primero por la pérdida de una vida, y más si es en alguien joven. Pero también la forma, cada muerte genera cientos de preguntas y en estos casos más, pues se entremezcla la tristeza y la rabia, la posible patología y algo de desesperación. Y por supuesto la familia, los amigos y el entorno cercano, pues siempre quedará el sabor de que algo se podría haber hecho distinto ante el sufrimiento y la desesperación muchas veces invisible.

Algunos de los expertos apuntan a las redes sociales como problema de fondo. Más allá del brillo y el exhibicionismo, hay una parte oscura de soledad. Todo abuso del afecto y de la imagen crea una dependencia de los otros que provoca un vacío existencial no fácil de llenar. Siempre es recurrente echar la culpa a las redes sociales, al fin y al cabo son producto de la sociedad a la vez que la condicionan. No obstante, creo que se puede ir más allá.

Por muchos análisis científicos que hagamos, nos falta apoyar una visión profunda de la vida. Una reflexión difícil de plantear pues siempre será tildada de ideológica e imparcial. Un modo de situarnos en el mundo que acepte la soledad, el sufrimiento y la alteridad como elementos insoslayables. Necesitamos un planteamiento que no se apoye en el consumo, en la imagen o en el verbo ganar, sino que asuma la cruz y el fracaso como parte del juego. Y sobre todo el planteamiento de una vida con sentido que nos abra a los demás y no nos encierre en nosotros mismos. Ojalá estas cifras mermen, pues cada suicidio es una derrota humana que no podemos obviar. En nuestra mano está buscar una y otra vez respuestas serias capaces de saciar las grandes preguntas del hombre.

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