Fue hace años. Yo estaba atravesando un momento personal complicado. De esas etapas por las que todos en la vida antes o después tenemos que pasar y que es cierto que nos enseñan mucho, pero que, cuando estás en medio de ellas, bastante tienes con sobrevivir día a día. Un buen amigo me escuchaba y tratando de animarme me dijo: –Como dice una canción scout «incluso la más negra de las nubes tiene siempre su rayo dorado». Busqué la canción en Youtube, y descubrí que su título es, precisamente, La Esperanza. Desde entonces la he escuchado con frecuencia, acudiendo a ella siempre que sentía que lo necesitaba.

No se trata solo de una canción bonita, sino que de verdad podemos creer que antes o después escampa y acaba amaneciendo. No lo creemos ingenuamente porque necesitemos creer en algo cuando todo alrededor nuestro parece oscuro y sin salida, sino porque es verdad.

Hay mucha gente, y no hace falta irse a un país lejano, para la que la vida es una sucesión de nubes negras, una tras otra, y ahí siguen, luchando día a día: quien está a cargo de un familiar enfermo, quienes se las ven y se las desean para llegar a fin de mes, quienes llevan varios años en paro y parece que el mercado laboral se olvidó por completo de ellos, quienes tienen hijos que al amor de sus padres responden con egoísmo e insolencia… Todos conocemos gente así. Podemos ponerles rostro y nombres. Sabemos lo que están atravesando, y no les oímos una palabra de queja, ni siquiera de resignación. Les vemos peleando por salir adelante. Les vemos dejándose la vida, a veces hasta caer exhaustos, y no les escuchamos ni una mala palabra. A veces incluso de su rostro sale una sonrisa no amarga sino auténtica, porque a pesar de todo son así. ¿De dónde sacan las fuerzas? ¿Cómo es posible que vivan así si yo en su lugar estaría amargado y quejándome todo el día? Intento mirar más adentro: y veo gente buena, con un corazón limpio, que, de manera consciente o no, se sienten criaturas amadas por Dios. Para muchos de ellos la fe no es un adorno, sino la roca donde apoyarse y desde la cual encarar la vida cuando todas las otras seguridades han desaparecido. Y de repente descubro que ellos son ese rayo dorado que rompe la negritud de la nube.

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