Hace pocas semanas, gracias a la denuncia de varias de sus víctimas, nos enteramos de que el famoso productor de Hollywood Harvey Weinstein había estado aprovechando sistemáticamente de su posición para abusar sexualmente de decenas de mujeres, muchas de ellas estrellas consagradas del cine. Comenzó una campaña para visibilizar la cantidad de mujeres que sufren abusos con las etiquetas #metoo, #yotambien. Qué mezcla de tristeza y de vergüenza sentí por no haber sido consciente de que esto les pasa a tantas mujeres, muchas cercanas.
Algo parecido sucedió con los escándalos de los abusos sexuales a niños, primero en Estados Unidos, y luego en otros países. Sacerdotes, entrenadores, monitores que, traicionando su rol de educadores, destrozaron la infancia de niños con el resto de la sociedad mirando a otro lado.
Poco a poco, quizá demasiado lentamente, se nos van cayendo vendas de los ojos: ya está prohibida la esclavitud en todos los países, pero sabemos que hay mujeres en redes de tratas esclavizadas, y talleres de producción que para que en el primer mundo compremos a precios bajos explotan a sus trabajadores. Ya no hay apartheid, pero ser negro en los países occidentales te hace ser propenso a ir prisión, a ser rechazado para un trabajo, a morir en un tiroteo.
Probablemente, cuantos más privilegios sociales tenemos más nos cuesta que se nos caiga la banda de los ojos: ser varón, blanco, de clase media… nos puede hacer pensar que nuestra situación social es la habitual. Pero ver que mujeres tan ‘privilegiadas’ como actrices o modelos de Hollywood tienen que enfrentarse cotidianamente a depredadores sexuales; que sigue habiendo niños que sufren abusos y no tienen mecanismos de defensa; que a pesar de todo sigamos lamentando la muerte de mujeres víctimas del machismo.
Cuando se destapa alguna situación de tal injusticia de la que no éramos conscientes siempre me pregunto ¿qué otras situaciones hay de las que ahora no soy consciente? ¿Qué vendas se nos tienen que caer como sociedad?
Por ejemplo, estoy seguro de que en el viaje de tantas personas migrantes que huyen de la guerra o la pobreza y que nos negamos a aceptar en Europa hay infiernos que el día que descubramos lloraremos al ver que nuestra reacción fue construir vallas y buscar excusas para no acogerles.