Se llama Joy (alegría en inglés) pero no cabe más tristeza en su cuerpo. Llora sin parar sosteniendo a su hija recién nacida en sus brazos. No  puede con todo lo que está pasando en su vida. Por no poder, no puede ni darle el pecho a su hija, ya que tanto dolor le ha cortado la leche. No sabe si el bebé es fruto de una de las violaciones que sufrió o de uno de los clientes que se quitó el preservativo. No sabe qué va a ser de su hija, ni qué va a ser de ella. Con la pequeña Happy su dolor se ha multiplicado, no quiere que sufra como ella. Pero tampoco se atreve a pedir ayuda o escapar. Sabe que pueden matarla, hacerle cualquier cosa a su niña, o a su familia en su país. 

Esta escena se repite en minúsculas habitaciones en un club de prostitución en Londres, en Rabat, en Benin City, en Chicago o en Berlín. Allí lejos, aquí cerca. Están escondidas en clubs de carretera, en pisos secretos, en polígonos industriales para que no las veamos. Pero están a nuestro lado.

En España hay una ley para luchar contra la trata de personas solo desde 2010, y solo se detectan una mínima parte de ellas*. La globalización y la comunicación hacen posible redes que empiezan en un pueblecito de Guinea y llegan hasta un burdel de la Costa del Sol donde este mes hay demanda de “negritas”. Las víctimas son mucho más numerosas en otros países como EE.UU., Tailandia, Cuba… 

Las personas que más saben de trata dicen que es un problema muy complejo, que es difícil ayudar a una de estas mujeres a salir de ese infierno. Las leyes no no son suficientes, faltan recursos. Pero lo que sí podemos hacer desde ya es hacerlas visibles, compartir nuestra preocupación, colaborar con las pocas organizaciones que trabajan contra la trata de tantas niñas y mujeres. Porque no podemos seguir en pleno siglo XXI mirando para otro lado con esclavas tan cerca en nuestras ciudades

 

* El informe sobre esclavitud moderna publicado por el Indice Mundial de Esclavitud hablaba, en 2016, de 8400 esclavos en España. De ellos, la mayoría son mujeres subsaharianas -especialmente nigerianas- que sufren la trata de blancas para ser explotadas en el servicio doméstico o la explotación sexual comercial.

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