Tener un hijo adolescente en casa te ayuda a descubrir muchas de las expresiones que van adquiriendo los chavales: «me renta», «por la cara», «que dices, bro»… Son algunas de estas nuevas palabras.
 
Me sorprende en especial el uso que hacen de la expresión «me renta». Percibo que es una generación que está constantemente analizando todo lo que les pasa sobre los criterios: me interesa o no, me conviene o no, saco algo de provecho o no, o como ellos dicen, me renta o no.
 
Dice Álex Rovira que el secreto está en la dosis y quizás en esta actitud de «me renta» deberíamos tener claros los matices. En la vida es bueno tener la objetividad de saber si los acontecimientos o propuestas que recibimos nos rentan o no, pero sin olvidar que depende de qué sentido le damos a nuestra vida, cada acontecimiento nos llevará hacia un camino u otro: vivir sólo para mí mismo o también para los demás.
 
Descubrir la llamada del Evangelio a entender que en el servicio desinteresado a los demás, en la acogida al diferente, en el perdón que sana, en no llevar cuentas de justiciero, en realizar lo que nos cuesta… hay sentido de Reino, nos ayuda a entender que, en la vida, vivir dándonos y entregándonos nos renta porque transforma nuestras realidades y genera vida.
 
Así que la próxima vez que vayas a decir «me renta», piensa si te renta a ti y a los demás, si sumas o restas a la hora de construir un mundo más humano.
 
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