A veces puede que te dé vergüenza ir a la tienda y preguntar si tienen lo que necesitas. Prefieres meterte primero en internet, ver si disponen de ello e ir ya con la idea fija. De algún modo has llegado a la conclusión de que debes saberlo todo sobre todo y que da igual que vayas a comprar pescado para la cena que la última novedad de Apple. No necesitas ayuda. Puedes comprarlo desde el sofá de tu casa, sin tener que molestarte, sin tener que parecer un idiota que se arriesgan a que lo engañen.
En el fondo pienso que esta es una de las causas del auge del comercio por internet y de la disminución del pequeño comercio. La desconfianza mutua. La rotura de relaciones entre un comerciante que mira al cliente como alguien que no le compra y la de un cliente que puede ser potencialmente engañado. No son mejores precios (que no lo son tanto), no es la comodidad de que te llegue a casa (con la incomodidad de pasar días esperando a un mensajero que siempre llega cuando no estás), no es la posibilidad de comprar algo que no venden (ya venden de todo en cualquier parte). Es que realmente hay algo que te dice que desconfíes. Que te evites problemas de encontrar un dependiente pesado, desagradable o ignorante. Porque un ordenador puede hacerlo mucho, mucho mejor y sin problemas para ti.
Por el camino, te has dejado la posibilidad de abrir nuevas relaciones, de conocer el sitio en el que vives, de disfrutar de la variedad de posibilidades y del consejo experto de quien conoce la mercancía y quiere solucionarte un problema, no creártelo.
Acabamos de dejar atrás el Black Friday, pero en realidad estamos en la noche del viernes de muchos comercios, que pronto cerrarán la persiana para no volver a levantarla. Detrás de cada cierre se va un pedazo de nuestras ciudades, sí. Pero quizás eso no te importe mucho. Quizás hay que empezar a mirarlo desde otra óptica. Con cada cierre, cierra una puerta, una posibilidad de abrir relaciones, de estrechar el entramado social que nos sostiene y da sentido a que vivamos juntos. Un comercio cerrado es una posibilidad menos de crecer en ciudadanía, en cuidado del otro y en preocupaciones compartidas. Un entramado social que va empobreciéndose, haciéndose menos real.
Nosotros elegimos. Relaciones duraderas de confianza, o clics que abren y cierran según nos interesa. Es viernes, estamos a punto del cierre definitivo. Pero todavía podemos cambiarlo.