Ya llega. Lo estabas esperando. O no. No lo puedes dejar escapar. O sí.
Es el Black Friday. Las compras online crecen sin parar en todas las estadísticas y esto ya no es un día, es una semana especial, en la que muchos sentimos que quizás hay que aprovechar alguna de las ‘gangas’ que ofrecen los comercios. Si uno puede ahorrarse un dinero estos días, seguro que le puede ayudar en otros momentos. Y no hacerlo sería imprudente.
Parece que las respuestas ante esto siempre son las mismas: «No se debe caer en el gasto», «hay que mirar hacia aquellos que no tienen»… y aunque puede tener algo de verdad, este breve escrito no quiere ser una llamada al no consumismo. Consumir no está ni bien ni mal. Puede estar bien y puede estar mal. Las empresas no tienen toda la culpa: tratan de inventar, producir y vender productos que facilitan, que atraen y que son útiles para la vida, nos sirven para infinidad de cosas. Nuestra economía funciona en el campo de la oferta y la demanda, y ahí tenemos que lidiar.
Esta semana –y ojalá que siempre– la intención de consumir nos puede ayudar a darnos cuenta de dónde colocamos las cosas importantes y las secundarias. Qué deseos tengo que me llevan a un lugar y cuáles me conducen a otros puntos. ¿Mi máxima preocupación es lo que voy a comprar? Cundo me paro y reflexiono sobre lo que necesito e intento ir haciendo aquello que he colocado en primer lugar, todo se resitúa. Al final uno puede dejarse llevar por la corriente, por lo que toca, o ser consciente de lo que hace. Y esto sirve para las compras y para el tiempo que ‘gastas’ cada día. Recuerdo un anuncio de coches que transmitía la idea de que nuestros días se gastan, y cada día tenemos un tiempo limitado que debemos aprovechar.
Piensa, por un instante, en los objetos que tengas en mente, que quizás son una buena compra esta semana; más aún, piensa también la gente con la que vas a pasar tu tiempo. Y ahora piensa en cómo todo eso habla de lo que eres, de lo que sueñas, de cómo vives y con quién quieres vivir tu vida.