El deportista trabaja duro para rebajar unas centésimas de segundo su límite personal. El científico dedica muchas horas a tratar de hacer retroceder el límite de nuestra ignorancia. El poeta expande el lenguaje más allá de sus límites gramaticales. Estos son algunos de los habitantes del límite.
El peregrino es también un habitante del límite y es en el límite que aprende caminar. El camino mismo es una exploración constante del propio límite. A ratos, de una violencia inusitada; a ratos, de una dulzura increíble.
Es en el límite del cansancio, tras una etapa agotadora, que aprendes a ofrecerte para preparar la cena y, si es necesario, después lavar los platos.
Es en el límite del dolor de espalda que aprendes a llevar la mochila de aquél que tiene un dolor aún superior al tuyo.
Es en el límite del desconcierto que recibes una palabra inesperada, de alguien insospechado, con una luz imprevisible, que deja una paz inusitada.
Es en el límite de la indiferencia y la apatía espiritual que aprendes a confiar en Alguien que estira tu límite hacia adelante y tu vida hacia los demás.
Nos podemos engañar pensando que los límites no existen y que en la vida todo es posible. No es cierto, los límites sí existen, y a menudo se nos imponen traumáticamente. Una ampolla es una ampolla y hace mucho daño. Treinta y cinco kilómetros a pie te dejan al límite de tus capacidades. Unas simples hemorroides te pueden dejar definitivamente fuera de juego…
Lo que nos enseña el camino es que normalmente ponemos nuestros límites muy abajo, por pereza, por miedo y por egoísmo. El camino nos enseña que más allá del límite no hay una coca-cola, ni un gofre de chocolate, ni un mp3, ni el teléfono móvil, ni el Messenger, ni mi cama, ni mi mascota, ni la aparente tranquilidad de una vida sin riesgo.
El camino nos revela que hay una vida exuberante más allá de los límites que nos imponemos a menudo a nosotros mismos a cambio de un miserable plato de lentejas. En el camino descubres que alguien te quiere y te espera más allá del límite. Y te das cuenta caminando, como no puede ser de otra manera, caminando más allá del límite.