Si fue Rahner el que pronosticó que el cristiano del futuro, para llegar a serlo, tendría que ser místico, podemos decir que Benjamín González Buelta, con este libro, alumbra de forma magistral el recorrido y las etapas de aquella gran intuición. En el origen una mirada nueva la de Dios, que quiere arrancarnos de nuestras cegueras, perforar toda nuestra sensibilidad (nuestra forma de ver, de escuchar, de tocar, de gustar) y volver transparente y amable la realidad que nos rodea. A partir de ahí, todas las cosas y acontecimientos, la vida en todas sus circunstancias, personas y quehaceres puede hablarnos de Dios y ser lugar y ocasión de encuentro con Él. Transformados por dentro, nuestros ojos se abrirán a ese Dios encarnado y a su proyecto de salvación para nuestro mundo. Y de esa mirada brotarán decisiones y compromisos irrevocables que tiendan a restablecer en todos y en todo la imagen de su creador y Señor.
“¿Está Dios vivo? ¿Tiene Dios algo que hacer en este mundo? ¿Le falta a Dios la imaginación para crear nuevas posibilidades, la sabiduría para abrirse paso a través de la “puerta pequeña” y el “callejón estrecho” de tantas vidas honestas que en todas partes lo buscan de todo corazón? […] Necesitamos crear una sensibilidad nueva para poder percibir cómo Dios llega hoy hasta nosotros en la discreción de los brotes incontables que crecen por todas partes y anuncian el futuro [ ] No se trata sólo de creer en Dios, sino de ver cómo trabaja, de saborear el gusto de esforzarnos juntamente con él por el futuro más humano que él alienta, de abrazar lo nuevo que llega desde él, de besarlo con unción en las sonrisas y también en los cruces de tantos hijos e hijas suyos”.