Todo esto es lo que de una forma amena, creativa y placentera nos ofrece este libro. Creo que la gran aportación de estas contemplaciones de papel es alumbrarnos diáfanamente cómo la vida de Jesús y de la gente que se cruzó en su vida estuvo atravesada por las mismas palabras, deseos, búsquedas, miedos y esperanzas que recorren la nuestra. Todos alguna vez nos hemos hecho la pregunta por Dios, hemos recibido buenas noticias, nos hemos sentido juzgados o perdonados; quién de nosotros no ha disfrutado de la amistad y sentido el peso de la soledad; quién cuando ha tenido que decidir o afrontar un conflicto, no ha sentido que le temblaba el pulso o se le agarrotaban los músculos; todos alguna vez nos hemos cruzado con buena gente en la vida y nos hemos dejado contagiar por ese deseo de servir y ayudar a otros. Si algo de todo esto te pasa o ha pasado, tienes que leer este libro. Estamos ante un libro de lo más versátil que podamos imaginar si de sacarle fruto en pastoral juvenil se trata: puede facilitarnos no poco ese acercamiento más contemplativo a la escena del evangelio (1ª parte de cada capítulo); puede ser punto de arranque para una reflexión o diálogo en grupo sobre cualquiera de los temas antes mencionados (2ª parte de cada capítulo); puede prestar palabras y proporcionar sentido a nuestros ratos personales y grupales de oración (3ª parte de cada capítulo).
“Zaqueo reconoce el nombre. Le han hablado antes de este hombre. Dicen que es un maestro diferente, que habla de Yahveh como nunca se ha oído, que cura enfermos, que hace milagros…, si algo caracteriza a Zaqueo es su curiosidad insaciable. No le importa demasiado lo que digan, pero si puede informarse por sí mismo, entonces todo cambia. Ahora se le presenta la ocasión. Puede intentar ver a este Jesús de cerca y formarse un juicio de primera mano. Le intriga ver cómo es, qué dice, de qué habla con la gente…”