Porque nos va la vida en ello, porque estos nuevos hábitos y rutinas generan dependencia y estamos aceptándolas sin más, como si no existiera más posibilidad. Porque tomar conciencia es el primer paso necesario para regenerar vínculos, relaciones, opciones profesionales profundas, eliminar estorbos. Porque nos ayuda a buscar y pensar alternativas a lo dado, sin indicar cuáles deben ser. Y porque, aunque resulte crítico, desvela una mirada sobre el ser humano mucho más amplia y capacitante de lo que nos imaginamos. No hay pesimismo sobre el ser humano, sino una llamada a la libertad en comunión con la realidad.
«El negocio de la atención se funda, pues, en la conformación de una ciudadanía sedada por el dominio de la pantalla, que transforma a los sujetos en individuos siempre pendientes del imperativo de no ser olvidados por quienes están al otro lado del resto de las pantallas y que deriva en una compulsión acompañada de ansiedad. Las multitudes solitarias se alimentan de su mutuo desamparo, de su mutua soledad.» (p. 114).