Se trata de un libro necesario para comprender el mundo de hoy, por varios motivos. En primer lugar porque tiene una percepción muy lúcida de la realidad, de tal forma que cualquiera puede vivir lo que él dice en sus propias carnes, sintiéndose profundamente indentificado. En segunda lugar, porque está descripción y análisis, está contrastada con enfoques científicos, filosóficos y religiosos, con bastante pulcritud académica, despertando el sentido crítico a todo lector. Y por último, porque tiene una propuesta, centrada en el aquí y el ahora, sin abandonar al lector a la más pervertida desesperanza cómo hacen otros autores deshumanizados.
Sin lugar a dudas, un libro que abre los ojos y que invita a pensar, aunque se pueda no estar de acuerdo.
«Antes de las autopistas y los algoritmos, el único movimiento continuo era el del agua: fluían sin cesar los ríos, milenio tras milenio, sin obstrucción ni polución. El único sonido incesante era el de los ríos y las olas, antes del ruido del ego y de las telecomunicaciones. Las únicas líneas rectas eran, intangibles, las de la luz cuando se filtraba entre las hojas de los árboles o cuando atravesaba algunas configuraciones de nubes. O las de los cristales que dormían en la oscuridad.»