Nuestra sociedad se mueve muy rápido y en masa. Amplificado todo en su impacto y dinamismo por la cultura digital. Este tipo de lecturas nos ayudan a coger aliento y perspectiva. Además, está muy bien escrito. En sí mismo se disfruta y sirve para iniciar un diálogo interior con nuestra humanidad siempre en camino. Sus distintos capítulos (la identidad, el amor, la amistad, la edad, el entretenimiento, la ignorancia, el dolor, el placer, el pensamiento y el relato) se adentran en los grandes temas filosóficos de la posmodernidad con un enfoque muy realista, muy cercano a la vida corriente. Cualquier persona se sentirá reflejado, interpelado y re-capacitado para dar una respuesta.
“Tenemos por delante una de las tareas más complicadas de todas, la de ser los artífices de nuestra identidad. Para eso es necesario tomar conciencia de estas identidades globales que se presentan como la panacea. Este proceso implica asumir riesgos, transitar los bordes, construir nuevas fronteras, aceptar que el camino tiene peligros y que, probablemente, sentiremos miedo. El sistema se ha asegurado de que esta percepción del riesgo se convierta en pánico para aquel que desee salirse de lo establecido. Al tenernos hipnotizados y tipificados, cualquiera que decida bordear o romper los límites de estas identidades sufrirá la denuncia del resto, la separación, la ignorancia o la incomprensión. Es un camino que requiere prudencia, pero sobre todo necesita de una constante experimentación y de la aceptación de una personalidad que siempre está formándose.” (p. 150)