La inteligencia artificial se mueve todavía entre sus grandes defensores y las alertas más apocalípticas, que tienen de cierto que combinan la situación actual con lo que ya sabemos del ser humano. En este libro encontramos lo segundo. Un plagado número de avisos para navegantes de lo que el ser humano es capaz de hacer cuando el interés le obceca y busca el provecho material y el máximo rendimiento económico en todo. La reducción a números, la violencia y la guerra que avanzan a calladamente, la ignorancia voluntaria que prescinde de la pregunta sobre lo que está pasando. Estos son los temas que nutren el libro y harán que el lector se interrogue obligatoriamente sin ser cómplice conformista de las decisiones de otros. Un ensayo que no trata de la tecnología, sino del ser humano y sus relaciones en un tiempo que ensalza lo nuevo y acude continuamente a esta novedad en busca de respuestas para lo de siempre, para lo eterno. En cada página el lector tendrá la sensación de estar examinándose a sí mismo entre bellas palabras de punzante e hiriente contenido desvelador.

Ojalá los agentes tecnológicos esperanzados no hagan caso omiso de todas las señales que apuntan en una nefasta dirección digital. Ojalá seamos capaces, como humanidad en su conjunto y en la vida particular de cada uno, de sacar el máximo partido a cada avance tecnológico con las prioridades humanas, personales y sociales bien puestas. Este libro ayuda a eso precisamente: a resituar, a no dejarse llevar por la complacencia inmediata, por el destello fulgurante de promesas imposibles. Además, está escrito de un modo bellamente inesperado, que destila inteligencia en las imágenes y en el recurso constante de palabras para desentrañar la carga existencia de lo que está ocurriendo.

Sólo se detiene el caminante, quien atraviesa escenarios reales y es alterado por ellos. Pero nuestra inteligencia social media está carcomida por un retiro espacial, y una aceleración virtual, que también nos impiden pararnos. Nuestra velocidad no tiene corazón. Corriendo de un lugar a otro, de una novedad en otra, el nomadismo cerebral es nuestra forma de crueldad, también de apartheid y de defensa. La velocidad temporal constante nos defiende de la detención espacial y la contemplación que serían necesarias para sentir, pensar y saber algo distinto. (p. 55)

Editorial

Editorial Pre-Textos

Año de publicación

2024

Páginas

228

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