Cuando miramos el mundo educativo hay una gran diferencia entre los profesores que entran en sus aulas e imparten conocimientos, y los maestros que acompañan en la educación. Es la diferencia entre los que buscan enseñar y los que se implican por educar. La autora en este libro busca dejar por escrito muchas de esas enseñanzas que a lo largo de su larga trayectoria educativa ha ido transmitiendo tanto en las aulas como por los pasillos, patios y tiempos gratuitos de conversación. Una oportunidad que surgió al constatar cómo no podía transmitir aquellos aprendizajes durante las clases virtuales de la pandemia.
La naturalidad con la que escribe es la de quien ha rumiado mucho lo que dice en cada palabra, que a la par de cercana es profunda. Es un libro dirigido que tanto para los que aún están en las aulas como para los que ya no somos estudiantes porque apunta a una vida que busca el MAGIS y que invita a ser valientes dándonos a los demás con humildad. Es un libro que recoge la tradición heredada y la traduce a nuestra vida y nos ayudará mucho, pues está escrito con cariño por una maestra que, sin conocernos, busca que no solo seamos más doctos, sino mejores.
«En esta época que vivimos, en la que debajo de cada piedra aparecen un coach, un tertuliano, un experto-en-cualquier-cosa, un libro de autoayuda, un tuitero y un político, yo creo que San Ignacio los habría desbancado a todos de un plumazo. Su coherencia, su compromiso, su nivel de consciencia y compasión eran inconmensurables, y fue para muchos, y es para mí, brújula, aguijón, consuelo y faro». (p. 31).