En el género de las distopías, hay otras mucho más conocidas: 1984, Un mundo feliz o Rebelión en la granja serían quizás los exponentes más conocidos. En los años 80 el género vio surgir algunas novelas que dieron nuevos enfoques a la cuestión de los futuros apocalípticos. Quizás la más conocida de ellas sea El cuento de la criada. Es un privilegio poder disfrutar ahora en castellano de Sinsonte. Una joya oculta, que explora temas universales: el amor, el deseo, la soledad, la fe, la vida, la libertad, el sentido o la muerte. Bien escrita, sin concesiones, y paradójicamente esperanzadora en su mirada al ser humano capaz de resistir al derrotismo.
Acostumbrados como vamos estando a sagas literarias, a fantasías pobladas por personajes imposibles o a novelas policíacas con tramas muy similares, es una gozada encontrar una historia de profunda humanidad –hasta el robot Spotforth vive desde la melancolía profunda de quien anhela lo humano que no tiene–. Una historia que refleja la necesidad de encontrar el propio camino.
Aunque contiene tres perspectivas, el verdadero protagonista es Paul Bentley, que realiza todo un viaje de liberación y autodescubrimiento. Entre todos los temas que atraviesan la novela, quizás el más sugerente sea el del poder de la lectura como herramienta de maduración personal. La lectura que es vista también como una herramienta subversiva, y por eso está prohibida y puede conducir a a su protagonista a la cárcel. Es gracias a las palabras prestadas como Paul va a ir conquistando parcelas cada vez mayores de lucidez, de libertad y de alegría, en un mundo obcecado, atenazado y envuelto en la tristeza.
«Mientras viajo por antiguas autopistas repletas de baches, con el océano a la derecha y campos a la izquierda, bajo un brillante sol primaveral, me siento libre y fuerte. Si no fuera lector no podría sentirme así. Al margen de lo que vaya a ser de mí, doy gracias a Dios por poder leer, por haber entrado en contacto con la mente de otras personas.» (pág. 305)