¡Es difícil describir esta novela. ¿Es para jóvenes o para adultos? Probablemente para ambos. ¿Deberíamos hablar de ella como un libro motivacional? ¿Deberíamos etiquetarla como un manual de autoayuda camuflado de novela? Quizás algo de eso hay. Y, sin embargo, es más que todo eso. Es una reflexión sobre la vida, sobre la que vivimos, y también sobre las que dejamos atrás. Sobre los caminos elegidos y sobre aquellos que, en algún momento, abandonamos. Sin embargo, estos caminos vuelven a nosotros. Se convierten en nostalgia, imaginación, fuente de preguntas que a veces nos torturan: «¿qué habría ocurrido si…?»
Todo eso ocurre en esta novela de Matt Haig. La historia, en sí, es amena y fácil de leer. También quizás un poco excesivamente positiva, un baño de buen rollo y esperanza. Y, con todo, merece la pena el planteamiento general, que hace al lector pensar en sus propias incertidumbres, en sus asignaturas pendientes (como las de ese Libro de los arrepentimientos que lee Nora en la biblioteca), y en sus posibilidades. Porque de esto se trata, de descubrir el potencial que hay no en las vidas que no vivimos, sino en la que sí.
«Una podía comer en los mejores restaurantes, tomar parte de todos los placeres sensuales, cantar en Sao Paulo ante veinte mil personas, recibir chaparrones de aplausos, viajar a los confines de la Tierra, tener millones de seguidores en las redes, ganar medallas olímpicas. Pero nada de eso cobraba sentido sin amor.
Pensó en su vida raíz y se dio cuenta de que el problema fundamental, lo que la había hecho tan vulnerable era, en realidad, la ausencia del amor. Ni siquiera su hermano la había querido en esa vida. No quedó nadie, una vez muerto Voltaire. Ella no había amado a nadie y nadie la había amado a ella. Nora estaba vacía, como su vida misma. Caminaba de un lugar a otro fingiendo algún tipo de normalidad humana. Era un maniquí sintiente y desesperado abriéndose paso por una vida descarnada, desnuda». (p. 288)