Desde hace tiempo asistimos, entre estupefactos y alarmados, al auge y llegada al poder de movimientos políticos que creíamos acabados. Por debajo de este fenómeno se encuentran las fracturas sociales creadas por una globalización que ha dejado a muchas personas al margen de la sociedad del bienestar. Esas personas no son simples números de una estadística. Detrás de ellos arrastran una historia de fracaso escolar, alcohol y violencia que se suele transmitir a las generaciones siguientes. En la primera parte del libro, el autor, que ha logrado escapar de la exclusión social a través de los estudios, se reconcilia con su padre. En la segunda, muestra cómo las decisiones políticas que se toman fríamente en un despacho tienen consecuencias concretas sobre la vida de las personas, especialmente de las más vulnerables. El diagnóstico que efectúa sobre la enorme fractura social que está rompiendo las sociedades occidentales es acertado, aunque luego podamos discrepar de las soluciones propuestas.
«Voy a intentar formular una teoría. Ahora que lo pienso, tengo la sensación de que tu existencia ha sido, a tu pesar y precisamente en tu contra, una existencia negativa. No tuviste dinero, no pudiste estudiar, no pudiste viajar, no pudiste cumplir tus sueños. Apenas hay en el lenguaje otra cosa que negaciones para explicar tu vida» (pág. 35).