Se trata de una historia que emociona, que nos hace pensar en la verdadera naturaleza humana, en el sentido de la vida, en el sufrimiento que padecen algunas personas del mundo y que tanto ignoramos otras… La lectura de este libro debería ser obligatoria, porque se trata de un libro que nos invita a recorrer un viaje de humanidad. Nos ayuda a ver que otro mundo es posible, y sobre todo, nos permite descubrir cómo todos podemos y tenemos que aportar nuestro “grano de arena” para hacer posible que un mundo más justo y humano empiece a construirse.
“Y doy gracias a Dios por el resto de la familia y amigos de Lucía, que desde hace siete años me han incluido en sus vidas como uno más. Gracias a Dios, en definitiva, por todas las personas que se han cruzado conmigo y han tenido una palabra y gesto amable, aunque no me conocieran. A quien se ha atrevido a derribar esos muros que muchas veces nos separan: la ignorancia, el miedo, los prejuicios, la pena… Que tantas veces nos impiden establecer una relación horizontal y mirarnos a los ojos. A aquellos que además de derribar muros se han atrevido incluso a construir puentes, a adentrarse más en el dolor del mundo, a servir de mano amiga para aquel que lo necesite. A aquellos que, aunque no hayan abierto las puertas de su casa sí han abierto las puertas de su corazón, que son las más importantes; que se han dejado cuestionar su modo de vivir y su manera de relacionarse con los demás”.