Lo recomienda leer desde el papa Francisco hasta Jordi Évole. Algunos colegios lo tienen como lectura para sus alumnos (existe una edición escolar con una guía de lectura). Desde aquí nuestra recomendación viene motivada porque su lectura fluida no elimina la profundidad de una historia que todos conocemos, pero no le ponemos nombres y apellidos, recorrido ni la crudeza que supone la esclavitud del siglo XXI, la prostitución y violencia para todos aquellos que salen de sus países y terminan (muy pocos) llegando al nuestro.
Ibrahima no salió de su país, Guinea Conakri, huyendo por la violencia o para conseguir dinero, sino con una motivación de mucha mayor envergadura: encontrar a su hermanito. Lo último que supo de él es que estaba en Libia. Ibrahima había prometido a su padre que le cuidaría para que estudiara. Se siente tan responsable por su hermanito que es capaz de sufrir y padecer todo tipo de vejaciones hasta llegar a Europa, donde no quería nunca llegar: él solo quería encontrar a su hermanito.
No sabe escribir, pero sí contar su historia. A medida que avanzas en la lectura vas entrando poco a poco en su modo de narrar: por veces más lineal y por veces más circular. Pero cada página está cargada de la realidad que solo quien la ha vivido conoce. Él mismo se censura en su relato para no tener que revivir partes de este drama. Ojalá esta lectura nos ayude a seguir rezando por todos los que huyen y los que son capaces de todo por las personas que más quieren.