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Es muy fácil identificarse con el protagonista de esta historia, porque todos alguna vez, mucho más cuando somos jóvenes, nos hemos hecho la misma pregunta: ¿realmente hay algo que tenga significado en esta vida o todo puede ser reducido a ? 

Lo que empieza siendo un juego acaba convirtiéndose en una absoluta tragedia, termina diciendo la autora… y esa es la trágica barrera que pasan los protagonistas de esta historia. Aunque sean muchas las interpretaciones que se pueden sacar de su lectura, altamente recomendable para su tratamiento y diálogo con grupos, para mí la más inquietante es ver cómo hasta la búsqueda de sentido se puede convertir en algo peligroso en un mundo como el nuestro vaciado de él. En el empeño desesperado de ese grupo de niños por construir y encontrarlo muchas veces en el escenario del egoísmo y la venganza,  se encuentra la más triste fotografía o parábola de nuestra sociedad. También ella se afana, sin éxito, en la búsqueda de un sentido de la vida que vaya más allá del dinero, del disfrute o del éxito al precio que sea, caiga quien caiga. 

 “Resistir. Persistir. Todas las cosas, ninguna, nada. Andábamos por ahí como si no existiéramos. Los días se parecían. Y aunque durante toda la semana esperábamos el fin de semana, éste siempre nos decepcionaba y ya era lunes de nuevo; y todo volvía a empezar; y eso era la vida y  nada más. Empezamos a entender lo que Pierre Anthon intentaba decirnos. Y también por qué los adultos tenían ese aspecto. Aunque hubiéramos jurado que nunca nos pareceríamos a ellos, había ocurrido. Y ni siquiera habíamos cumplido los quince. Trece. Catorce. Adultos. Muertos” (p. 136-137).

 

 

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Editorial

Seix Barral

Año de publicación

2011

Páginas

158

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