Ante la conmoción que suscitó la bomba de Hiroshima, el relato en primera persona del P. Pedro Arrupe en sus inicios como jesuita y, sobre todo, como misionero en Japón son una entrañable autobiografía de aquellos años tan convulsos. Seguimos muy necesitados de buenos referentes, modelos humanos en los que inspirarnos para nuestra vida. La generación de cristal puede que se esté rompiendo por todos lados, pero para el tiempo gaseoso en el que vivimos donde todo parece válido, somos todos los que, si queremos cierta profundidad y calidad en la vida, necesitamos ejemplos de buenas personas (quizá deberíamos fijarnos más en los santos de la propia Iglesia).

La lectura de este libro es eso: el ejemplo de una buena persona que buscó hacer el bien, luchando muchas veces contra la lógica humana de que el éxito será mejor si llega a más personas, mientras que su experiencia con los nipones le llevó a vivir que la gloria será sólo de Dios si más que palabras era ejemplo para los japoneses con su vida; leer cómo el P. Arrupe Gondra fue descubriendo su vocación en España, ejercitó la paciencia en la formación de jesuita y el fracaso -de lógica europea-, el desprecio y hasta el tiempo encarcelado en los años de misionero hasta llegar a vivir la bomba de Hiroshima es un ejercicio de humildad y lectura espiritual. 

El paganismo que encontró Pedro Arrupe en Japón tiene una vigencia pavorosa en nuestro siglo, de ahí que no sólo sea la lectura de una buena persona que nos ayude a imaginar tiempos pasados, sino que da las claves para nuestros tiempos. 

“El mundo se va convirtiendo en un inmenso campo de misión, y en él no sabe uno dónde es más fácil llevar las almas a Cristo. (…) Japón necesita sólo una gracia eficaz y extraordinaria. El Corazón de Cristo la tiene prometida a las almas que saben amarle e inmolarse con Él”. 

Editorial

Mensajero

Año de publicación

2001

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