Seguramente, en las últimas décadas nadie haya escrito de y sobre Madrid con tanto acierto como Andrés Trapiello: casi cuarenta años de afinar la mirada en sus diarios (su Salón de Pasos Perdidos es historia viva de España, dicho sin exagerar) y en obras como El Rastro (2018), Madrid (2020) o Madrid, 1945 (2022) se condensan en esta novela ambientada en la ciudad.
Pero seguramente también, la lectura de esta novela, ligera y agradecida, nos ponga delante instantes de la historia reciente de España y Europa contaminados por prejuicios, la refriega política y el temor a un tiempo dramático. El tino de Trapiello va en levantar esas capas de maquillaje que nos distancian de una comprensión serena de la realidad, y acaba por hacérnosla cercana, como las historias que podamos haber oído contar a nuestros abuelos.
Pero, si hay una razón definitiva, es porque se trata de una novela esperanzada. Sin ahorrar dramatismo ni edulcorar la complejidad del momento (quizá uno de sus puntos más logrados), refleja cómo la vida se abre paso y cómo la ilusión, la alegría o el compromiso son posibles cuando uno se dispone con apertura. Una mirada, en fin, que nos puede hacer de espejo para nuestros días, también atravesados por la inestabilidad y la dificultad (¿acaso hubo alguno que no lo estuviera?), y nos devuelve a la realidad reconciliados y con la libertad suficiente para apostar aún por ella.
«Cuánta animación. Sin reposo, ni siquiera en las madrugadas de las noches gélidas de invierno. A todas horas. En cualquier época, monarquía, dictadura, república, en guerra y en paz. Cambiaba poco. Cafés, comercios, pensiones, hoteles, loteros, vendedores ambulantes, guardias, isidros, carteristas, ganchos, criadas […]. Con todo el encanto de Madrid, el de la vida y sus novedades, constante e irrepetible…» (pág. 53).