“Casi” es el nombre del Centro de Acogida San Isidro, el epicentro del sinhogarismo en pleno centro de Madrid, donde confluyen demasiadas vidas sin un techo propio. A lo largo de sus páginas, el periodista Jorge Bustos relata las historias que muestran cómo es la vida en este centro de la capital, y que podría extenderse a otras ciudades de España y del mundo. Con una exquisita pluma, pero sobre todo con una gran compasión, humanidad y realismo, el autor hace visible una realidad invisible para la mayoría, pero mucho más cercana de lo que nosotros nos creemos.
Al pie de la montaña urbana de Príncipe Pío, tendido junto a las vías que acompañan el curso del río Manzanares, contiguo al cementerio de los patriotas fusilados por los franceses en 1808, en nombre del patrón de Madrid se levanta el centro de acogida de personas sin hogar más antiguo y grande de España. Algunos aseguran que de Europa. Es un rectángulo de hormigón pintado de rojo, naranja y gris verdoso que nunca ha albergado la menor pretensión de resultar bonito. Entre sus paredes duermen, comen, a veces hablan y a diario sobreviven tres centenares de personas increíblemente dañadas que perdieron su hogar o que nunca llegaron a tenerlo en esta ciudad de más de tres millones de habitantes. Algunos se quedaron en la calle a consecuencia del daño —un accidente, una adicción, una enfermedad mental— y otros quedaron dañados a raíz de vivir en la calle; pero lo cierto en este centro es que los unos resultan indistinguibles de los otros. A estas víctimas perfectas los trabajadores del centro los llaman usuarios.
¿Por qué leerlo?
En primer lugar, porque Jorge Bustos es uno de periodistas más destacados de nuestro país. Y en este caso, pasa de la actualidad política a la literatura más social sin solución de continuidad. Con lenguaje preciso y emotivo, que recuerda al realismo clásico, capaz de mostrar el palpitar de una realidad, en este caso, estremecedora. No puede estar mejor escrito.
En segundo lugar, porque rezuma sensatez y compasión al mismo tiempo. No cae en discursos fáciles ni en soluciones drásticas, pero tampoco tira de frialdad equidistante para ahorrar detalles incómodos al lector. Narra la realidad desde el pobre, en el sentido teológico más profundo, sin caer en juicios ideológicos ni reproches cínicos. Es más diría, que aborda los distintos temas con bastante sentido común.
Y por último, porque narra una realidad muy presente en nuestras ciudades, y que no suele interesar a políticos ni a medios de comunicación, porque no da qué hablar, no da votos, no vende. Son tan visibles al ojo humano y están tan presentes entre nosotros que se vuelven invisibles para la inmensa mayoría. Pero en ningún caso olvida que todas son historias que merecen ser contadas, y por supuesto, también leídas.