Cómo encontrar a Dios es la pregunta fundamental de toda persona creyente en búsqueda. James Martin afirma que hay muchas maneras de llegar a Él, lo que se denomina clásicamente «espiritualidades». Cada una podría compararse a un puente y en la Iglesia hay muchos puentes: el de la espiritualidad franciscana, el de la carmelita, y otras. El P. Martin explica en este libro el “puente” de Ignacio de Loyola, expresado en sus Ejercicios Espirituales. Pero no es un libro de exposición científica y plúmbea de las bases de este modo particular de encontrarse con Dios. Parece más una confesión personal y una conversación con el lector, cargada de anécdotas personales, en la que el autor va, poco a poco, haciéndonos reflexionar sobre nuestro propio camino. Y digo “poco a poco” porque el libro no es para leerse “del tirón”. Son 397 páginas (sí 397, no es un error) que hay que saborear más que devorar. Es ameno, pero deja siempre el poso de la pregunta, la frase que hace pensar, el texto que pone nombre a nuestra experiencia y, sobre todo, el humor, como lente que tiñe la mirada de ternura sobre el ser humano y de cercanía de Dios. Este enfoque nos permite entrar sin dramatismos, pero con seriedad y profundidad (y sin una sola nota a pie de página) en los grandes temas de la espiritualidad: la amistad con Dios, la oración, nuestros deseos, la libertad, el trabajo, la vocación, los Ejercicios Espirituales… Al mismo tiempo es una lectura que anima, que enciende el corazón, que te empuja a querer desear más, buscar más y en definitiva, a hacer más.
«Tomad, Señor y recibid … » ¿Por qué finalizo este libro con esta oración? Para recordarte que la vida espiritual es un camino constante. En mi caso, yo creo que nunca he sido capaz de decir esa oración con absoluta sinceridad. Es decir, yo sigo queriendo atenerme a todas esas cosas, pero no estoy seguro de poder decir ya que lo único que necesito es el amor y la gracia de Dios. Sigo siendo demasiado humano para hacerlo. Pero como decía Ignacio, basta con tener el deseo de deseo. Basta con querer esa libertad y Dios se ocupará del resto. El camino de Ignacio ha sido recorrido por millones de personas en busca de Dios en su vida cotidiana. Y por este camino –fácil en una ocasiones, difícil en otras, pero que siempre nos acerca más a Dios– tenemos que dar las gracias a nuestro amigo San Ignacio de Loyola.