Una de las claves de la espiritualidad ignaciana es el discernimiento, que no es otra cosa que intentar distinguir y ponerles nombre a todos aquellos movimientos (mociones en terminología ignaciana) que nos pasan por el corazón. Con un lenguaje claro, ágil y pensado especialmente para gente joven, este libro no es un elevado tratado de discernimiento, sólo comprensible para los especialistas, sino que estamos ante una guía con pistas concretas para ayudarnos tanto a descubrir la voz de Dios en nuestro interior como a desenmascarar las trampas y tretas en las que podemos caer mientras intentamos avanzar en el camino de la vida.
“El discernimiento bien entendido es un diálogo de deseos: los que tú tienes con los deseos de Dios. Eso sí, tus deseos profundos, aquellos que dicen quién eres tú en lo más profundo. Ese diálogo de deseos, esa danza de deseos, es para producir algo nuevo, algo que brota del corazón de Dios y de mi propio corazón y tendrá que ver siempre con el gran sueño de Dios: ¡que venga su Reino” (pág.104).